Una vez hubo un dragón, dedicado a
mantener en equilibrio el mundo, en cierta armonía. Pero esta
armonía no gustaba a un fénix porque no le permitía libertad, así
que fué a hablar con el dragón y le dijo que liberara al mundo de
la armonía que nada dejaba aparecer y nada desaparecer.
El dragón se negó rotundamente,
totalmente convencido y dedicado a su causa, y viendo que el fénix
hacía peligrar la armonía lo mató. Pero como nada podía
desaparecer de ese mundo, el fénix renació y volvió a pedir
libertad, pues esa era su naturaleza, nacida de la propia falta de
libertad.
Una y otra vez murió el fénix a manos
del dragón y una y otra vez se levantó a reclamar libertad. El
dragón, cansado de ello y temeroso de perder el control sobre el
mundo, decidió destruir el mundo al completo y crear uno en el que
no tuviera cabida el fénix.
El fénix se enteró y decidió
sacrificar su existencia a cambio de mantener la del mundo, para
salvar lo bueno que se podía conseguir de él, pues sabía que en el
nuevo mundo empeoraría. Ambos querían la desaparición del fénix,
pero cada uno para un objetivo muy distinto.
El dragón, finalmente consternado e
impresionado, tomó por última vez la vida del fénix y esparció
sus cenizas por todos los rincones del mundo, consciente de que el
fénix no podía desaparecer por completo, regándolo así de
libertad.
Así llegó a prosperar un pueblo que
dejó de lado parte de sus limitaciones como seres del mundo
armónico. Pero su naturaleza armónica iba contra la libertad y el
pueblo sufría, pues ésta ya era parte de su esencia. No estaba en
su existencia ya sólo la esencia del dragón, también la del fénix
que clamaba libertad.
Al ver cómo este pueblo nacía y moría
sin conseguir su libertad, el dragón concedió al fénix su deseo y
se presentó ante el pueblo para otorgarles la libertad absoluta, el
total despego de la armonía. Y el pueblo respondió que no era tarea
ya del dragón dar la libertad, que era el sentido de la formación
del pueblo el conseguirla para todos los individuos, que ellos la
conseguirían por sí.
Así el pueblo repitió entre ellos en
muchas variaciones no tan distintas la historia del fénix y el
dragón, una y otra vez, esperando ser ceniza algún día para su
futuro de libertad.
Y así es como yo, hijo del dragón,
pero heredero de las cenizas del fénix que unieron a mi pueblo, y de
las cenizas de éste, escribo las palabras que arderán y serán
cenizas para hacer crecer al pueblo que ha de llegar, logrando al fin
la verdadera armonía, conjunción definitiva entre el fénix y el dragón, la libertad.
Interesante fabula, me gustaria saber mucho mas del Fenix y el Dragon, me pueden ayudar, Gracias
ResponderEliminarEXCELEMTE HISTORIA GRACIAS POR SU APORTE
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