lunes, 2 de noviembre de 2015

La tiranía de los partidos

Decía Aristóteles en su Política (V, 11) que de tres tipos son las medidas que toman las tiranías para perpetuarse: "Unas para que no confíen unos en otros, otras para que no adquieran poder y otras para que piensen poco".

Más de veinte siglos después aquí estamos, con una clase política corrupta y maliciosa, en un sistema de partidos que se reparten poder y riqueza a costa del sufrimiento del pueblo, una partitocracia que reúne lo peor de la democracia, la oligarquía y la tiranía, los tres sistemas políticos en los que tantos males señala Aristóteles.

Los partidos nos enfrentan culpándose unos a otros, demonizando a cualquiera que no sean ellos mismos, y a veces incluso a alguno de ellos si les conviene para salvar su pellejo. Izquierda contra derecha, ricos contra pobres, socialistas contra capitalistas y muchos otros "bandos" reales o imaginarios, cualquier postura religiosa o ideológica, clases sociales y por si fueran pocas las etiquetas que ya hay para enfrentarnos a todos, pues todos somos ciudadanos de la misma nación, ahora hay quien se dedica a crear más lados en esta disputa eterna que es la política.

En cuanto a la adquisición de poder, es fácil ver que las últimas leyes impiden casi cualquier reclamación, vemos cómo se multan a ciudadanos por denunciar públicamente infracciones de quienes se suponen los cuerpos de seguridad del Estado, y que no tienen escrúpulos en pegar a niños, embarazadas y ancianos que simplemente piden un poco de dignidad. Por si fuera poco, la burocracia por la que hay que pasar para cualquier proceso es incluso absurda y retrasa muchísimo cualquier queja, por no hablar de los miles de inconvenientes más. Y hacerse un hueco en la política no es nada fácil, a no ser que te conviertas en uno más de estos censores.

Si pasamos al tercer tipo de medidas si que podemos reirnos fuertemente, aunque quizás deberíamos más bien ponernos a llorar desesperadamente. Desgraciadamente nuestro país no está lleno de los mejores pensadores, ni tampoco es que abunden, pero las medidas para impedir que las familias más desfavorecidas puedan permitirse mandar a sus hijos a las universidades o cualquiera otros centros de estudios, como por ejemplo el encarecimiento de matrículas, el recorte de becas o un sistema educativo que dan ganas de vomitar, hacen que cada vez vayamos a peor. El favorecimiento a la Iglesia también frena la cultura, como siempre ha pasado con la religión. No se favorece ni facilita el acceso o desarrollo de ciencias ni artes, y el ataque a la filosofía los delata muchísimo.

Así tenemos a un pueblo enfrentado, impotente e inculto que da vía libre a la corrupta clase política para que hagan cuanto quieran mientras nos entretenemos criticando a uno u otro lado y viendo programas de televisión nocivos al intelecto. Así se perpetúa la tiranía de esta odiosa jauría de perros que muerden la mano de quien les da de comer. No olvidemos que en teoría, y por desgracia sólo en teoría, es el pueblo quien tiene el poder para gobernarse como desee. ¡Y lo peor es que todavía hay quien apoya esta catástrofe!


¿Cuál es la solución a todos estos problemas? No lo sé, pero desde luego no es seguir recibiendo mordiscos y sospecho fuertemente que una buena educación puede ser una gran ayuda para acabar con muchos de los problemas.
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