Decía Aristóteles en su Política (V,
11) que de tres tipos son las medidas que toman las tiranías para
perpetuarse: "Unas para que no confíen unos en otros, otras
para que no adquieran poder y otras para que piensen poco".
Más de veinte siglos después aquí
estamos, con una clase política corrupta y maliciosa, en un sistema
de partidos que se reparten poder y riqueza a costa del sufrimiento
del pueblo, una partitocracia que reúne lo peor de la democracia, la
oligarquía y la tiranía, los tres sistemas políticos en los que
tantos males señala Aristóteles.
Los partidos nos enfrentan culpándose
unos a otros, demonizando a cualquiera que no sean ellos mismos, y a
veces incluso a alguno de ellos si les conviene para salvar su
pellejo. Izquierda contra derecha, ricos contra pobres, socialistas
contra capitalistas y muchos otros "bandos" reales o
imaginarios, cualquier postura religiosa o ideológica, clases
sociales y por si fueran pocas las etiquetas que ya hay para
enfrentarnos a todos, pues todos somos ciudadanos de la misma nación,
ahora hay quien se dedica a crear más lados en esta disputa eterna
que es la política.
En cuanto a la adquisición de poder,
es fácil ver que las últimas leyes impiden casi cualquier
reclamación, vemos cómo se multan a ciudadanos por denunciar
públicamente infracciones de quienes se suponen los cuerpos de
seguridad del Estado, y que no tienen escrúpulos en pegar a niños,
embarazadas y ancianos que simplemente piden un poco de dignidad. Por
si fuera poco, la burocracia por la que hay que pasar para cualquier
proceso es incluso absurda y retrasa muchísimo cualquier queja, por
no hablar de los miles de inconvenientes más. Y hacerse un hueco en
la política no es nada fácil, a no ser que te conviertas en uno más
de estos censores.
Si pasamos al tercer tipo de medidas si
que podemos reirnos fuertemente, aunque quizás deberíamos más bien
ponernos a llorar desesperadamente. Desgraciadamente nuestro país no
está lleno de los mejores pensadores, ni tampoco es que abunden,
pero las medidas para impedir que las familias más desfavorecidas
puedan permitirse mandar a sus hijos a las universidades o cualquiera
otros centros de estudios, como por ejemplo el encarecimiento de
matrículas, el recorte de becas o un sistema educativo que dan ganas
de vomitar, hacen que cada vez vayamos a peor. El favorecimiento a la
Iglesia también frena la cultura, como siempre ha pasado con la
religión. No se favorece ni facilita el acceso o desarrollo de
ciencias ni artes, y el ataque a la filosofía los delata muchísimo.
Así tenemos a un pueblo enfrentado,
impotente e inculto que da vía libre a la corrupta clase política
para que hagan cuanto quieran mientras nos entretenemos criticando a
uno u otro lado y viendo programas de televisión nocivos al
intelecto. Así se perpetúa la tiranía de esta odiosa jauría de
perros que muerden la mano de quien les da de comer. No olvidemos que
en teoría, y por desgracia sólo en teoría, es el pueblo quien
tiene el poder para gobernarse como desee. ¡Y lo peor es que todavía
hay quien apoya esta catástrofe!
¿Cuál es la solución a todos estos
problemas? No lo sé, pero desde luego no es seguir recibiendo
mordiscos y sospecho fuertemente que una buena educación puede ser
una gran ayuda para acabar con muchos de los problemas.