Democracia, lo que actualmente llamamos
democracia, esa farsa. Decimos que gobernamos todos, todos y cada uno
de los ciudadanos, pero no es así. Lo que hacemos es delegar nuestra
voluntad de gobierno en un conjunto de personas. Claro, en una
democracia a un nivel tan amplio como un país, aunque sea tan
pequeño como España, es imposible que todos y cada uno tomemos
parte en las decisiones sobre el gobierno, así que no queda otra
solución que reducir el número de personas que se encarguen del
gobierno y que ellas se hagan cargo de representarnos.
Pero una vez elegimos a nuestros
representantes, de una forma odiosa como es el sistema de voto que
usamos, en el que una persona vale más que otra, en el que las
listas de los grupos están cerradas, en las que las opciones son tan
reducidas y rígidas, entonces es cuando perdemos el poder y lo
cedemos por completo a esas personas, que ya no tienen que darnos
cuentas, no nos representan, sólo nos gobiernan bajo su propia
voluntad.
Desde que votamos lo único que nos
dejan hacer es escuchar sus mentiras, sus excusas, sus amenazas. No
nos tienen en cuenta para nada excepto para conseguir de nuevo
nuestro voto, y no quieren conseguirlo cumpliendo con las promesas
por las que recibieron el voto, sino con medidas populistas y
demagogia.
Los partidos obedecen a una burocracia
de poder que intenta perpetuar sus intereses y la forma mediante la
que han alcanzado el poder, los partidos trabajan por los partidos
únicamente. Sólo atacan a otros partidos y los culpan de sus
propios errores, nunca toman responsabilidad.
La democracia, lo que llamamos
democracia, no es tal, es una oligarquía, una oligarquía de los
partidos, una partitocracia total y absoluta donde el individuo no
cuenta, sólo su voto. Esta democracia no es representativa del
ciudadano, es representativa únicamente del partido.