El avance, el progreso que hace tiempo
postulaban, preveían, vaticinaban, soñaban nuestros ancestros,
vivos y muertos ha llegado, sigue llegando cada muy poco tiempo,
antes incluso de poder soñarlo. Es muy fácil advertir en los
últimos años, en lo que se viene llamando la Edad Contemporánea,
ciertos hechos que sirven como hitos históricos, buenos y malos,
como la conquista del espacio exterior, la bomba atómica, internet.
Son hechos que sin duda marcan un avance, un progreso. Pero este
progreso es sólo tecnológico, científico.
Siendo así no es de extrañar que hay
tal descompensación entre este progreso y el progreso social, social
por llamarlo de alguna manera. Está claro que la batalla, o la
carrera, la ha ganado la ciencia y la ha perdido la sociedad, creando
monstruos como uno de los hitos mencionados antes, la bomba atómica.
Tenemos una tecnología para la que,
como sociedad, no estamos preparados aún, para la que la humanidad
no está lista. Nuestra especie no ha desarrollado tanto la moral, la
autocomprensión, la vida social y política, una cultura a la altura
de la tecnología.
Este desequilibrio produce efectos como
la desinformación a pesar de tener abrumadoras cantidades de
información a nuestro alcance, no estamos preparados para asimilar
la tecnología tan rápido como surge. Por ejemplo, buscamos una
respuesta en internet, entre una cantidad enorme de información, y
apenas seleccionamos, no nos paramos a pensar sobre la validez, la
calidad de la información. Aún seguimos anclados en el "toda
opinión es válida y correcta".
Nuestro desarrollo está basado sólo
en nuestra ciencia, dejando de lado todo lo demás, dejando de lado
aptitudes y actitudes que necesitamos para compaginar correctamente
el avance científico con nuestra cultura.
No estamos preparados para compaginar
tecnología de hace años con nuestra sociedad, y antes de que nos
demos cuenta ya hay nueva tecnología. Todo esto da lugar a fenómenos
tales como la tecnofobia, pero también a otros como la
tecnodependencia. Da lugar al planteamiento de dilemas y problemas
éticos y políticos que no da tiempo a tratar adecuadamente antes de
que otros surjan gracias a una tecnología que emerge más rápido
que la cultura necesaria para implantarla adecuadamente en la
sociedad.
Ahí está la cuestión, el problema,
arrojar a nuestro mundo el artefacto sin pararnos a pensar sobre las
consecuencias de ello. La ciencia sólo por la ciencia y sin el ser
humano. ¿Qué hacer? Construir una ciencia responsable, una ciencia
que investigue aquello para lo que estamos preparados y espere al
debate sobre los usos de una tecnología antes de usarla. Una ciencia
que deje de ser altanera para volver a tener un lado humano, una
filosofía que la respalde.