Si hablamos de religión como una
creencia, como un sistema de creencias al que unirse, por tradición,
por fe, por cualquiera que sea la razón para unirte a una creencia,
y no hablamos de religión como la institución, con su burocracia
interna, sus miembros, sus declaraciones, entonces, hablamos de
religión como un conjunto de valores y normas morales.
Es un sistema moral, uno al que se
llega, se dice que se llega, por fe y que por nada puede ser
alterado. No tiene ningún fundamento, no admite crítica ni cambio,
es un completo dogma.
La ética, por otro lado, es un estudio
de la moral en todas sus vertientes, incluidas morales religiosas.
Pero es sólo un estudio, no establece nada excepto la reflexión. La
ética está para encontrar principios, valores, normas, lo que
queramos para construir nuestros sistemas morales, nos dan un
fundamento para establecerlos, para construirlos, y siempre quedan
abiertos a cambio, pues en la ética es uno mismo el responsable del
cambio, uno mismo se encarga de estudiar cada situación e
interiorizarla, abstraerla, generalizarla o hacer con ella cuanto se
desee para transformar la propia vida en una forma de acción, en una
moral. En la ética no tiene cabida el dogma.
Es por todo esto que la alternativa a
la religión no es la ciencia, como orgullosamente declaran algunos
ateos y sucedáneos. La alternativa es la ética, es el rechazo al
dogma, es el pensamiento, es la razón, es la filosofía.
La ciencia no se opone en absoluto a la
religión, pues versa sobre lo empírico y nada más. La ciencia no
tiene nada que ver con la moral, tiene que ver con el conocimiento y
sólo ahí le pertenece confrontar al dogma y a la no-fundamentación.
La ciencia es un camino, y no el único, que puede enfrentarse a la
fe en el terreno del conocimiento, pero en el terreno de la moral la
ciencia ha de callar, no debe ni puede hablar, mucho menos confrontar
a nadie.
La religión es un mal terrible para la
especie y la ciencia es una de las herramientas que debemos usar para
extinguir ese mal, pero igual que no se puede, o no se debe, usar
unos alicates para cocinar, tampoco se puede usar la ciencia para el
terreno de la moral.
La ciencia debe dejar de ser tan
orgullosa, de creerse tanto la disciplina única, y confiar en otras
disciplinas las tareas para las que no está hecha. En este caso
debería confiar en su hermana mayor, o acaso su madre, la filosofía,
para llevar a cabo las tareas de ética que deben desterrar el dogma moral y la religión.
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